Por Geovanna Bañuelos
En un rincón muy remoto de la Vía Láctea se encuentra una pequeñísima roca azul. Pasaría por completo desapercibida debido a que existen, por lo menos, un millón de planetas similares a ella. Sin embargo, al escuchar hacia el Universo la única constante es el silencio.
El pálido punto azul es sorprendente (parafraseando a Carl Sagan). Sobre la Tierra se ha creado un ecosistema capaz de albergar a 8.7 millones de especies de animales, plantas, hongos y otras asombrosas expresiones de vida. El equilibrio es indispensable para que la Naturaleza, tan generosa y frágil, sobreviva.
Nuestra presencia es considerablemente corta. Sólo hemos caminado sobre ella desde hace 200 mil años. Si recorremos nuestra historia nos daremos cuenta de que hemos ocasionado la extinción masiva del Holoceno.
Somos responsables de la extinción de un millón de especies producto del calentamiento global y de la devastación medioambiental que hemos generado: el aumento en la temperatura promedio de la Tierra y hemos transformado el 75% de la superficie de la zona terrestre y el 66% de los océanos.
El calentamiento global es la mayor amenaza a la que nos enfrentamos todas las especies con las que cohabitamos el planeta azul. Si la temperatura de la Tierra aumenta en más de 3 grados, en el año 2050 existirían 1,200 millones de refugiados climáticos.
Es indispensable adoptar medidas para reducir la generación de CO2; privilegiar y fomentar el uso de las energías limpias; crear una auténtica economía circular; y modificar sustancialmente nuestros hábitos de vida para poder vivir en equilibrio con nuestro entorno.
En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente y en nuestra cotidianidad, es importante reflexionar que nuestra especie tiene la obligación y el deber moral de respetar a la Naturaleza y construir un sistema social y económico que nos permita vivir en paz y armonía con los otros animales y expresiones de formas de vida que comparten nuestro espacio vital.
Los seres humanos debemos comprender que el planeta no nos pertenece, sino que vivimos en un ecosistema en donde debemos coexistir en armonía con las otras formas de vida que existen y con quienes compartimos el mismo hogar, aquel pequeño planeta en el rincón de la Vía Láctea.