La humanidad atraviesa por momentos críticos en su historia. Los últimos años hemos enfrentado pandemias como la Covid-19 que nos hizo repensar nuestra forma de convivencia como humanidad. Somos profundamente vulnerables. Por ello nos coordinamos. Cooperamos. Trabajamos de la mano con gobiernos y sociedad para enfrentar este enemigo. Nos negamos a admitir el fin de la humanidad, como diría el gran escritor William Faulkner.
Tenemos otro enemigo que enfrentar solidariamente: la emergencia climática, devenida por el calentamiento global. Quizá más fuerte y mortal que nos pone en estado de vulnerabilidad no solo a la humanidad sino a todos los seres vivos.
Debemos ser conscientes que solo trabajando conjuntamente podremos salir avante. Es una responsabilidad compartida, pues el ser humano ha llevado al borde del abismo a la naturaleza. El capitalismo voraz ha perjudicado gravemente a este planeta saqueando bosques y selvas, extinguiendo especies de flora y fauna, contaminando suelos y mares, deforestando y dejando muerte y destrucción a su paso. Somos la única especie que ha puesto en peligro de extinción a todo el planeta y es menester resarcir tal daño.
Días atrás se llevó a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio Climático COP27, donde, entre muchos otros temas de justicia climática, los gobiernos de todo el mundo se han comprometido a reducir el calentamiento global. Celebramos la decisión del gobierno del presidente López Obrador de incrementar de 22 a 35 por ciento su recorte de emisiones de gases de efecto invernadero de aquí a 2030, así como acelerar la transición energética de América del Norte en conjunto con Estados Unidos y duplicar la generación de energías renovables y limpias.
En México, el programa implementado por el gobierno federal “Sembrando Vida” ha sido exitoso y ahora es un ejemplo a nivel mundial de que los gobiernos deben privilegiar agendas verdes, fomentando la cooperación de la comunidad y donde las personas sean motor de cambio en beneficio de la naturaleza. Justo a ello le apostamos y lo celebramos. El proceso de reforestación será de un millón y medio de hectáreas que contarán con más de un millón de árboles sembrados. Las áreas naturales protegidas se expandirán a dos millones de hectáreas. Seguiré como legisladora zacatecana en la lucha para que Monte Escobedo, cuna del águila real y nuestro símbolo vivo nacional, sea declarado área natural protegida.
La ruta ha sido marcada: debemos regenerar y restaurar los ciclos vitales de la naturaleza. Fomentemos agendas verdes, educación ambiental y conciencia climática; exijamos a los gobiernos mayor compromiso y resultados con nuestro único hogar, nuestro planeta Tierra. A eso estamos llamados.