Por Geovanna Bañuelos
El pasado 10 de agosto presenciamos una vez más la crueldad y brutalidad del ser humano. En León, Guanajuato, Milagros Montserrat Meza, de 40 años, se dirigía a su trabajo cuando fue interceptada por un hombre quien le quitaría la vida apuñalándola. Nuevamente fuimos testigos de la normalización de la violencia hacia las mujeres.
El asesinato fue grabado por las cámaras de seguridad de una vivienda. El video fue difundido por internet y por los medios de comunicación, dejando ver el hartazgo de la sociedad buscando al agresor, pero también el morbo e indiferencia al divulgar este hecho tan doloroso para su familia, seres queridos y vulnerando el derecho a la privacidad e intimidad de la víctima.
El feminicidio de Milagros Montserrat es solo un reflejo de la violencia que sucede todos los días ante la mirada indiferente de la población y del estado. Los feminicidios se encuentran en el último nivel en la escala de violencia, es alarmante. Los datos son aterradores. Entre enero y junio de este año, se registraron 426 feminicidios en nuestro país, es decir, de dos a tres feminicidios diariamente. La violencia se presenta a pleno luz del día. A las mujeres nos matan solo por ser mujeres.
Aunado a esta pérdida y cruel manifestación del homicidio, también está el dolor que invade a las familias y seres cercanos, están hijos que quedan huérfanos, están sueños que no podrán cumplirse.
La violencia en contra de la mujer se presenta de diferentes formas, entre ellas el acoso, el abuso sexual, la violencia física, psicológica, entre otras. De acuerdo con información de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, el 49.7% de mujeres de 15 años y más han experimentado violencia sexual a lo largo de su vida, mientras que el 34.7% ha experimentado violencia física.
México es un país machista, así lo ha reconocido la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos. La realidad es lacerante. La violencia contra las mujeres se ha convertido en uno de los mayores retos para el Estado mexicano, siendo urgente y necesario profundizar y perfeccionar los medios e instrumentos para combatirla.
La seguridad de la mujer es una responsabilidad colectiva que desafortunadamente ha caído en el olvido. Día a día vemos la indiferencia de las personas de participar en acciones concretas para garantizarla. Las cuentas no nos dan: todos conocemos a una víctima, pero nadie conoce a un agresor. Esa es la dimensión del problema que nos negamos a ver.
No más impunidad. Nos queremos vivas, libres y sin miedo. Queremos justicia para Milagros Monserrat.