Por Geovanna Bañuelos
El 2 de octubre de 1968 quedará en la memoria de las y los mexicanos. Fecha en que se perpetróla matanza en contra de los integrantes del movimiento estudiantil, quienes buscaban dialogar con el Estado para lograr consolidar la democracia y libertad. El gobierno respondió con lamuerte.
Este delito de lesa humanidad nunca fue reconocido, nunca. Ni los gobiernos posteriores a Gustavo Díaz Ordaz, los gobiernos opresores pidieron perdón. El primer paso para lograr la justicia es reconocer la responsabilidad del Estado mexicano. El perdón es una garantía de no repetición para las víctimas y la población.
En un acto de justicia y congruencia, el pasado miércoles 2 de octubre, nuestra primera presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, firmó el decreto por el cual, en nombre y representación del Estado mexicano, reconoce políticamente que los actos de violencia gubernamental perpetrados el 2 de octubre de 1968 fueron constitutivos de un crimen de lesa humanidad.
Nuestra responsabilidad como servidores públicos es sumarnos a este acto, pedir perdón a las víctimas y reconocer que fue el Estado. Asimismo, condenar los hechos de silencio por parte degobiernos del PRI y el PAN. Jamás reconocieron dicho crimen y fueron cómplices, por su omisión.
Esa noche de Tlatelolco, la esperanza de un cambio se vio truncada por la violencia y crueldad de un gobierno que asesinó a sus estudiantes. Ese día, la Plaza de las Tres Culturas, fue testigo mudo de una tragedia que marcó a una generación y a un país completo.
Aquel 2 de octubre, concluían un mitin cuando un helicóptero comenzó a sobrevolar la Plaza de las Tres Culturas, desde donde se dispararon dos bengalas, señal para que los francotiradores vestidos de civiles comenzaran a abrir fuego sobre los estudiantes, madres, hijos, profesores y obreros. Horas después de la matanza, el gobierno de Díaz Ordaz dio su propia cifra: 26 muertos, mil 43 personas detenidas, 100 heridos. Como siempre, ocultaron la realidad. Cifras extraoficiales reportaron el asesinato de más de 350 personas. En el Campo Militar Número Uno se calcula que hubo 2 mil detenidos.
Han pasado 56 años y la lucha de las y los estudiantes sigue viva. El Movimiento Estudiantil y Popular fue precursor del proceso de democratización y expansión de las libertades democráticas que vive actualmente en nuestro país. El movimiento despertó una mayor conciencia política entre los jóvenes y la sociedad en general, cuestionando el autoritarismo del gobierno y la falta de libertades civiles. Por ello, no olvidamos.