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Libres y sin miedo

by Franco Elizondo Marquez

Por Geovanna Bañuelos

“No hay nada respetable sobre ser mujer. La respetabilidad tiene que ver con normas exteriores, mientras que ser mujer es un acto interior de fuerza y resistencia”. La anterior frase de Susan Sotang podrá interpretarse como una idea disruptiva. Lo cierto es que tenemos que replantearnos la realidad de más de la mitad de la población (52.8%), 67.8 millones mexicanas. 

México, un país en el que, a pesar de los avances legales, la violencia de género y la impunidad siguen marcando la vida de millones de nosotras. No podemos ni debemos normalizar esta realidad. Para hablar de justicia, primero debemos entender la magnitud del problema. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en 2023 se registraron más de 3 mil 500 asesinatos de mujeres en México, de los cuales solo 820 fueron clasificados como feminicidios. Esto significa que la gran mayoría de los asesinatos de mujeres no son investigados con perspectiva de género, dejando a miles de familias en la incertidumbre y la impunidad.

La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021 del Inegi, reveló que el 70% de las mujeres en México han experimentado algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Trátese de violencia psicológica, física, sexual, económica o patrimonial. A pesar de la gravedad de estos datos, menos del 10% de las mujeres que sufren algún tipo de violencia denuncian a sus agresores, y aún menos, reciben justicia efectiva. Aunado a ello, las mujeres nos enfrentamos a otro obstáculo, la revictimización por parte de las instituciones judiciales. 

Muchas mujeres que acuden a las autoridades en busca de ayuda se enfrentan a indiferencia, desconfianza y burocracia que dificultan la presentación de denuncias y el seguimiento de sus casos. Esto no solo desalienta la denuncia, sino que también perpetúa la impunidad y el ciclo de violencia. En muchos casos, las mujeres han sufrido violencia, en todas sus expresiones: por su agresor y por las instituciones. 

La violencia contra las mujeres no es un problema aislado, es una crisis estructural que demanda respuestas contundentes. No basta con aprobar leyes, debemos asegurarnos de que se implementen con rigor y de que las víctimas tengan acceso a la justicia sin obstáculos ni revictimización. En el marco del Día Internacional de la Mujer, sigamos construyendo un México donde ser mujer no represente estar en peligro permanente, sino un motivo de orgullo y libertad.

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