Por Geovanna Bañuelos
En la Cumbre de Líderes de América del Norte, reunión diplomática entre los mandatarios de Estados Unidos, Canadá y México, se debatieron puntos trascendentales como política regional, seguridad, migración y economía con el objetivo de brindar soluciones; destacando la propuesta del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador a su homólogo Joe Biden: la unificación de toda América, donde ningún país quede en el olvido y el abandono.
El tema de la integración no es nuevo, de hecho, fue el ideal de Simón Bolívar, quien expresó: “Si el cielo nos concede el deseo de la América unida, este continente podría llamarse la reina de las naciones y la madre de las repúblicas”. No podría ser más acertado. El Libertador de América, pretendía la prosperidad, quietud social y la paz mediante la cooperación entre los países, dejando de lado discrepancias.
Lamentablemente, los intereses de la Unión Americana han polarizado y sembrado el encono en Latinoamérica, postergando el sueño bolivariano. El intervencionismo y bloqueos en Cuba, Venezuela, Nicaragua, Chile, Guatemala, Colombia, Panamá, Honduras, Haití y República Dominicana han sido tutelados y financiados por el vecino país del norte.
La unión continental conllevaría a la consolidación de nuestra región como la más importante del mundo. Contamos con fuerza de trabajo, juventud creativa, desarrollo tecnológico y riqueza en recursos naturales, mismos que potenciarían la expansión económica, social y cultural. De igual forma, con la integración y cooperación, se daría solución al fenómeno migratorio irregular, pues las personas encontrarían áreas de oportunidades en sus países de origen.
Durante décadas, se impuso la hegemonía política y militar de Estados Unidos, dejando a un lado la lucha por reducir la pobreza e ignorando el bienestar de las personas. Con la llegada del primer gobierno de izquierda a nuestro país, esta situación cambió. Hoy el eje es el humanismo mexicano, que contempla la diversidad, la pluralidad, el respeto y cumple a cabalidad con el lema de por el bien de todos primero los pobres.
Pese a la denostación recurrente de la derecha, la cumbre ofrece una nueva oportunidad para refrendar relaciones políticas, diplomáticas, comerciales y humanas de América del Norte. Habrá que reconocer que quedaron temas pendientes. Con Andrés Manuel, es evidente que la soberanía de nuestro país no se trastoca ni se deja a la subordinación de otras naciones. Es momento de replantear la reflexión del politólogo estadounidense Chomsky: “Hay países que aceptan refugiados, hay países que los generan, y también hay países que los generan y luego se niegan a aceptarlos, como nosotros”.
América para los americanos, no para unos cuantos. El mensaje que debe perdurar.