Por Geovanna Bañuelos
Estos días son de reflexión, de ayuda y solidaridad. Encontramos refugio en la familia para detener un poco la marcha cotidiana de la vida. De pronto, el hogar se vuelve un lugar donde sanamos heridas, curamos los males y, como dijera el poeta Mario Benedetti, alzamos el vuelo para comenzar de nuevo.
Las y los mexicanos somos fraternos. Nuestra naturaleza es ayudar, baste echar un reojo a la familia, los amigos o la gente de la localidad para darnos cuenta. Quizá por la desigualdad y la violencia que nos azora hemos ocultado las sonrisas, la gratitud y la forma intrínseca de convivir. Nuestro humanismo mexicano.
Lo cierto es que México es un pueblo históricamente fraterno, solidario y amable. Nuestra voz tranquiliza; el abrazo, por ejemplo, de mamá cura el alma. Y a eso debemos volver. Somos más las personas que deseamos y luchamos porque los días de fuego, masacre y muerte queden atrás. La violencia nunca será la ruta. Incluso las personas que violentan no pueden vivir todo el tiempo así. Es tiempo de pensar en la familia, en lo que deseamos dejar para ser recordados. Incluso el Estado mismo nos necesita para generar cambios en favor de la paz. No deseamos que en Zacatecas ni en ningún otro estado se profundice más violencia. Tenemos la imperiosa necesidad de pacificar al país.
Como bien lo decía Spinoza, la paz no es la ausencia de guerra sino una virtud, un estado mental. Es disponernos con nuestra otredad para ser benevolentes, para crear nuevas formas de convivencia basadas en la confianza, el respeto y la justicia. Es darnos cuenta de que necesitamos generar comunidad porque el individualismo y la competencia nos han distanciado. El neoliberalismo propuso una competencia enferma donde solo los ricos ganaban y las personas empobrecidas perdían siempre. Y no es así, porque solo trajo aparejado desigualdad, marginación, violencia y exclusión. No queremos un Estado de apartheid, clasista y racista, sino un Estado donde todas las personas puedan vivir libres, con buena calidad de vida, con accesos a todos los servicios, que puedan ejercer sus derechos y, sobre todo, que estén libres de todo tipo de violencia. No es dividir y vencer sino ayudar y crecer.
En estos días donde abrimos el corazón para desear lo mejor, es un momento oportuno para tener un ejercicio de reflexión de lo que estamos dejando para este mundo. Como el gran poeta Nezahualcóyotl, dejemos cantos y flores. Debemos dejar paz. Ya lo propuso el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, nuestro humanismo mexicano debe salir a la luz. ¡Felices fiestas!