En la escuela primaria Jaime Torres Bodet de la cabecera municipal de Loreto, trabaja la maestra Ana Rocío Vital Calderón, quien está a solo unos meses de jubilarse con 35 años de labor docente.
La maestra Ana Rocío es originaria de la ciudad de Aguascalientes, donde realizó sus estudios en la Escuela Normal del mismo estado.
Asegura que le costó mucho trabajo lograr su sueño de ser maestra, pero hoy considera que la vida ha sido muy buena con ella porque su vocación por enseñar es tan grande, que nunca en estos más de 30 años lo ha sentido como un trabajo, “lo he disfrutado mucho”.
De acuerdo con sus años de servicio y su edad, a la maestra Ana Rocío le corresponde ejercer su jubilación en el mes de diciembre de 2022, y se conmueve al pensar que dentro de poco dejará de estar en las aulas con los niños y dejará de escuchar las risas y los gritos en el patio de la escuela.
Ella considera que ha sido extremadamente bendecida porque su andar por las escuelas ha sido relativamente fácil. A sus 20 años comenzó a impartir clases en el municipio de Luis Moya, donde estuvo 10 años, y después llegó al municipio donde hizo su vida familiar y de maestra: Loreto Zacatecas.
“Dios me dio una recompensa porque yo tuve que trabajar mucho para pagar mi carrera”.
En el plantel donde trabaja actualmente, la primaria Jaime Torres Bodet, siempre les ha dado clases a los más pequeños, los de primero y segundo.
Al principio de cada ciclo, se pone siempre una meta: en diciembre, sus niños ya tienen que saber leer y escribir.
Para el ciclo 2022-2023, que está por comenzar, será la última vez que cumpla con esa meta, pues en diciembre, cuando se asegure que sus alumnos ya están leyendo, dejará la escuela.
Al ver que el momento de jubilarse está cada vez más cerca, la maestra Rocío comienza a sentirse melancólica, pues “la enseñanza es un regalo diario para los niños”, dice.
“Las niñas y los niños son seres maravillosos y son moldeables, por eso hay que darles buenas enseñanzas y tratarlos con mucho cariño y mucho cuidado para que no se pierdan en el camino”.
Se consuela también al pensar que cuando ya no sea maestra, se dedicará de lleno al negocio que tiene junto con su esposo; incubación de huevo de gallina, pavorreal y faisán, un negocio para el que ambos han trabajado arduamente.
Cuando sus compañeros y amigos maestros plantean un festejo por su jubilación, les pide que no lo hagan, porque no quiere sentir que se despide totalmente de su profesión, pues considera que, de una u otra manera, seguirá estando en su escuela, ya que tiene una nieta de quien se hace cargo, que dentro de poco entrará a primero de primaria y será la propia maestra Ana Rocío quien la llevará y la recogerá de la escuela.
Finaliza al expresar que, “este trabajo siempre me gustó, siempre lo adoré y nunca me había caído el veinte de que un día lo iba a dejar”.