Por Geovanna Bañuelos
En la madrugada del 16 de septiembre de 1810, el cura Miguel Hidalgo y Costilla inició al movimiento que cambiaría el destino de México con el “Grito de Independencia” en Dolores, Guanajuato, simbolizando el comienzo de una lucha armada que encarnó el deseo colectivo de liberación de la dominación española. Hidalgo, junto con valientes patriotas, adoptó los ideales de independencia, soñando con una nación libre y soberana. Este proceso, cargado de sacrificios, fue forjado con la sangre y el espíritu combativo de una generación que legó su vida a la patria.
A lo largo de la historia, México ha atravesado tres transformaciones clave: la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana. Cada una de ellas representó momentos de ruptura con el pasado, un intento de reconstruir la nación bajo nuevos ideales de justicia y libertad. En 2018, nuestro país comenzó la Cuarta Transformación, un cambio profundo y pacífico que busca sentar las bases de un nuevo México. Este proceso no se ha dado de manera violenta, sino a través de reformas estructurales, una de las más recientes y trascendentes es la reforma al Poder Judicial, propuesta por el Ejecutivo Federal el pasado 5 de febrero.
Esta reforma judicial, bajo los principios de austeridad busca erradicar el dispendio de recursos públicos, democratizar el sistema y devolverle la confianza a la ciudadanía. Entre sus ejes fundamentales se encuentra la elección popular de juezas, jueces, magistradas y magistrados, lo que dotará al sistema de impartición de justicia de una legitimidad al ser transparente y estar libre de la influencia de grupos políticos y económicos, permitiendo que la soberanía nacional, que reside en el pueblo, sea la que determine el rumbo de la justicia en México.
Además, la creación del Tribunal de Disciplina Judicial, en reemplazo del Consejo de la Judicatura. Este nuevo órgano, junto con un ente especializado en administración judicial, garantizará la correcta carrera judicial y la profesionalización del sistema y dotará de autonomía técnica y de gestión a la Escuela Nacional de Formación Judicial, asegurando que las futuras generaciones de jueces estén preparadas para impartir justicia imparcial y eficaz.
Estamos ante una de las reformas más trascendentales de los últimos tiempos. La justicia dejará de ser un privilegio elitista, costoso, lento y corrupto, para convertirse en un derecho accesible para todos. La refundación de la República no puede lograrse sin el esfuerzo conjunto de mujeres y hombres comprometidos con el cambio verdadero y la justicia deberá estar al servicio del pueblo.