Por Geovanna Bañuelos
En días pasados tuve la oportunidad de visitar el Centro Estatal de Reinserción Social Femenil de Cieneguillas, Zacatecas. En un mundo muchas veces cruel y machista, son las mujeres a quienes más se les vulnera y desprotege en sus derechos. Un dolor profundo escuchar en sus testimonios que la necesidad económica, el engaño, la violencia patriarcal o el desconocimiento fueron el motor que las llevó a dar tales pasos.
Tenemos que repensar imperiosamente nuestro sistema penal y de justicia. Las mujeres, tristemente, seguimos siendo víctimas de una sociedad que nos olvida, estigmatiza y excluye. En ocasiones la propia justicia trae aparejado tal olvido. Mujeres que, a muy corta edad, se encuentran privadas de su libertad. Incluso, madres que tienen niñas y niños y que llevan la misma suerte. No se privilegia el interés superior de la infancia, ni el derecho a la salud integral de la mujer, ni siquiera el principio de unidad familiar. Somos seres sociales que necesitamos cariño y una familia que nos proteja. Cuando un derecho humano se vulnera, por su interdependencia, se terminan vulnerando todos los demás.
Las circunstancias y las decisiones que condujeron a estas mujeres a que estén privadas de su libertad no deben definir su vida. Y nosotros no debemos estigmatizar. No podemos definirnos en el pasado sino en el porvenir. Shakespeare decía que sabemos lo que somos, pero no lo que llegaremos a ser. Que ese momento oscuro que atraviesan sea de reflexión, de enseñanza y de una verdadera reintegración a la sociedad. No se les pueden vulnerar sus derechos humanos y en un Estado que aspira al humanismo, debemos encontrar nuevos mecanismos para no separar a una mamá de su hija o hijo.
Desde mi labor como legisladora he propuesto varias iniciativas para mejorar su calidad y condición de vida. Por ejemplo, he buscado que se privilegie en los centros de reinserción social el principio de unidad familiar; también, que existan espacios exclusivos para la alimentación y aseo de sus hijas e hijos, así como que se cuente con “bebetecas” y áreas de convivencia familiar libres de toda violencia.
Su salud debe ser prioridad. Por ello, se deben implementar jornadas médicas y acceso a mastografías y papanicolaou de manera periódica, así como ampliar la cobertura de atención médica. Para mujeres embarazadas en reclusión o madres con hijas e hijos menores de edad, he propuesto que sean consideradas a los beneficios pre-liberacionales y sanciones no privativas de la libertad, privilegiando el principio de unidad familiar.
Debemos seguir luchando por dejar una sociedad más justa, que proteja a las personas más vulneradas. Aquellas que en un momento dado pierden la esperanza. Como bien lo decía Séneca: aunque el miedo tenga más argumentos, elijamos siempre la esperanza.