Por Geovanna Bañuelos
Las mujeres, en la lucha, nos encontramos. Reivindicando la historia, peleando por nuestros derechos. Hemos sido rebelión, resistencia y revolución en un pueblo opresor.
Por ello, debemos sentirnos orgullosas y profundamente respaldadas de continuar el camino de disidencia que nuestras mujeres zacatecanas, entre las que destacan María Esther Talamantes y Aurora Navia Millán, nos mostraron en 1824, cuando con valentía y firmeza enviaron una misiva al Congreso Constituyente manifestando su interés en participar en la toma de decisiones y contar con derecho al voto. Recordemos que no fue sino hasta en 1953 cuando se aprueba el sufragio universal a la mujer; ahora, un derecho político-electoral y un derecho humano. Tuvo que pasar más de un siglo desde aquella carta para que las mujeres pudiéramos emitir nuestro sufragio. Y las mujeres de Zacatecas asumieron tal compromiso con la historia.
Sin la ardua lucha de miles de mujeres no conquistaríamos nuestros derechos, ni tendríamos representación en espacios públicos. Nos necesitamos todas, libres y seguras. Como legisladora y representante popular, he defendido las causas del feminismo que son de libertad, justicia e igualdad sustantiva: tipificamos, hace unos días en el Senado de la República, el delito de violencia vicaria o por interpósita persona que afecta a muchas mujeres; sancionamos y prohibimos los matrimonios o cohabitación forzada infantil que vulnera el libre desarrollo y la libertad de las niñas y adolescentes. Tengo el firme compromiso de acabar, por medio de la educación, con ese cáncer llamado machismo que se encuentra muy enraizado en nuestra sociedad.
Anhelo un Zacatecas, un México pacífico, donde las mujeres no sientan temor de salir a las calles. Alcemos la voz por espacios públicos y privados seguros. No podemos permitir que la violencia nos devore como Cronos a sus hijas e hijos. Debemos exigir que se respeten todos nuestros derechos humanos. No fomentemos el miedo, sino la esperanza.
En las caravanas sociales que realizo cotidianamente por mi bello estado he notado la discriminación, pobreza, exclusión y marginación con que viven las mujeres; pero también veo su mirada de lucha que me alienta a seguir, de anhelo por un cambio sustancial. Me doy cuenta de que en muchos hogares son ellas las que asumen la responsabilidad de sacar adelante a sus familias. Son, justo eso, motor de cambio. Mi reconocimiento y admiración. Por ellas, por todas, debemos continuar la lucha.