Por Geovanna Bañuelos
Las mujeres somos orgullosamente la rebeldía. La marea morada llegó para quedarse. Comparto el discurso que pronuncié en el Senado de la República con motivo del Día Internacional de la Mujer:
Ser mujer es resistencia en un mundo machista. Ser mujer es libertad en una sociedad de opresión. “Ser mujer y no ser revolucionaria es una contradicción hasta biológica y cultural”, como bien lo expresaría el presidente Salvador Allende.
Vivimos día con día los estragos de la discriminación, de las violencias y de la estigmatización; sin embargo, lo digo con énfasis: ¡Somos nosotras las que hemos construido a la Nación! Nuestras abuelas lucharon porque nuestra voz no fuera silenciada por el dominio patriarcal y les demostraron con valor que una sociedad no puede edificarse sin nosotras. El derecho al voto de la mujer es prueba de ello.
Nuestras madres, con su esfuerzo, nos dieron la oportunidad de cambiar nuestro destino al estudiar una profesión. Somos fruto de ese sacrificio. Irene Vallejo, una querida escritora, reconoce en su madre y en su abuela la oportunidad que ella tuvo para ser libre y dedicarse a lo que más ama, a los libros. Su abuela no pudo estudiar, aunque lo deseó todos los días; su madre estudió, pero no la profesión que ella quería. La decisión no estribaba en las mujeres sino en los hombres.
Por ello es tan valioso dar voz y representación a las mujeres. Porque somos el ejemplo de las que un día tomarán al mundo con igualdad sustantiva. Y nosotras nos sentiremos orgullosas de haber colaborado en ese cambio medular. Nuestra futura presidenta de México, Claudia Sheinbaum, dice que “las mujeres podemos ser lo que queramos ser”. Y tiene toda la razón. Hemos luchado por conquistar espacios incluso de toma de decisiones.
Este año será histórico: por primera vez una mujer orgullosamente de izquierda, científica y brillante, forjará los destinos de la Nación. La mítica Penélope estaría contenta de ver que las mujeres incidimos en la Res publica. Somos escuchadas y tomamos decisiones.
Sofía, aquella niña que Rousseau en su obra dispuso los quehaceres del hogar y ser únicamente la esposa del hombre, estaría muy feliz de ver que ya no solo estamos enclaustradas en casa, sino que ahora somos el eje medular del Estado. Soñamos. Replanteamos. Revolucionamos la vida.
Aun cuando nos quieran silenciar o cosificar ejerciendo en nosotras violencia física, psicológica, verbal, digital o cobardemente violencia política en razón de género, sabremos salir avante. Somos las voces de las mujeres que exigen justicia. Y no pararemos hasta lograrlo. Es un buen día para recordar a Sor Juana Inés de la Cruz. “Soy la mejor de todas”. Y todas estamos cambiando al mundo.