El desorden social y la movilidad descontrolada por la inconsciencia nos están llevando al “matadero”. Se requiere ya acciones contundentes, no más simulación, no más contemplación.
Está claro que la autoridad no puede influir en la decisión de cada individuo, no puede caer en la tentación de violentar los derechos humanos y de libre tránsito. Pero cuando esas “libertades” se convierten en un riesgo para el bien común hay que actuar.
La gente está saliendo sin medir consecuencias; la gente de cualquier edad está infectándose y, lo peor, está muriendo.
Ésta es la última oportunidad: Debemos parar antes de que sea demasiado tarde, antes de que nos obliguen a encerrarnos cuando tengamos el virus en casa… ¡Sería lo peor!
Nuestro estado es extenso. Se requiere el compromiso de la autoridad municipal para imponer y hacer valer las medidas de control. No todos los presidentes municipales han querido entrarle, no todos se han puesto la camiseta contra el Covid-19.
Tienen miedo a imponer medidas, tienen miedo al costo político que implica sancionar, como si sus ambiciones personales fueran más importantes que la vida de los miles que estamos en riesgo.
Aquéllos que desde el poder público simulan con actos domingueros para atraer los reflectores y cierran los ojos ante el desmadre que se arma en sus calles sin sancionar el exceso… cargarán en conciencia con cada muerto que nos deje la pandemia.
Es la última oportunidad. Si la gente no entiende, la autoridad debe actuar, pero en serio: cueste lo que cueste, tanto en lo político como en lo económico.
Paco Elizondo.
